Durante muchos años sentí que mi cuerpo me exigía “corregirlo”. Que mi cintura debía ser más pequeña, mis caderas menos marcadas, mi abdomen más plano. Miraba mi reflejo y a veces no veía mi forma real, sino una lista de cosas por mejorar.

Pero un día entendí algo que cambió mi vida:
no existía nada malo en mi cuerpo… solo ropa que no estaba hecha para él.

Cuando descubrí cuál era mi tipo de cuerpo —rectángulo, reloj de arena, pera, triángulo invertido, ovalado— no lo hice desde la crítica, sino desde la curiosidad. Empecé a preguntarme:
• ¿Cómo se mueve mi cuerpo realmente?
• ¿Qué cortes lo abrazan mejor?
• ¿Qué siluetas me hacen sentir fuerte, segura, femenina?

No fue una lección de moda. Fue una lección de amor propio.

Vestir tu tipo de cuerpo NO es limitarte. Es liberarte.

Cuando usé mi primer body con control de abdomen, no fue por inseguridad. Fue por la sensación de sostén, postura, y seguridad que me dio. Ese día entendí que la ropa correcta no te disfraza: te revela.

Aprender tu tipo de cuerpo es como conocerte en un nivel más profundo. No para encajar, sino para expresarte.

Hoy lo digo con el corazón:
la magia no está en el cuerpo perfecto, sino en el cuerpo reconocido.
maria moreno